Entre 1930 y 1939 coordinó los suplementos fotográficos de Arts et Métiers Graphiques, trabajó en publicidad e ilustró numerosos libros y carpetas de arte y arqueología. Es autor de dos libros infantiles: Regarde! (1931) y Alphabet (1932).
Pitou es el nombre con el que familiarmente los íntimos llamaban a Enmanuel Sougez. Esta exposición reúne las imágenes inéditas de esa intimidad a modo de álbum, con el sello inconfundible del gran fotógrafo Sougez. Precede en el tiempo y termina con la Segunda Guerra Mundial tras la liberación de París.
Pitou cuenta la vida de su familia de puertas adentro, escenas cotidianas, las vacaciones, el nacimiento de Marie-Loup, que crece a lo largo de las páginas. Y a través de esas escenas cotidianas, de las vacaciones y de los espacios privados, comidas y los viajes, puede leerse en filigrana los terribles momentos que Francia vive durante la ocupación alemana.
Y es precisamente esa intimidad lo que va a permitir al fotógrafo profesional liberarse de convenciones estéticas y despreocuparse por cumplir con la ortodoxia del oficio. Aquí Sougez se permite arriesgar, investigar, ofrecer un mundo personal que nos revela una faceta inédita y soprendente. Enmanuel Sougez mira y traduce una realidad fragmentada, una mirada curiosa por los detalles insignificantes, puestas en escena sorprendentes en las que las modelos aceptan el diálogo con la cámara como un juego, y la luz, siempre como protagonista última que anda y decide la composición.
El retrato de Claude con la cabeza dentro de una media que estira con la mano es de una modernidad extraordinaria, y encierra al mismo tiempo un hermetismo inquietante. En las fotos en estudio y en la playa tienen como protagonista principal la luz. Las mujeres fotografiadas de espaldas, con el retrato de Madeleine y Claude como referencia paradigmática, recortándose en el horizonte en una llamativa combinación de blanco y negro a través de sus vestidos, o la fascinación por los peinados de ambas con el pelo recogido en moños.
En retrato de Marie-Loup con su muñeca Camile es otro de los momentos álgidos de este recorrido íntimo y vanguardista, donde el fotógrafo crea mediante los reflejos, el traje de carnaval de la coqueta Lorette, la muñeca Camile y la mirada a cámara de Marie-Loup, una atmósfera enigmática que absorbe al espectador y lo arrastra a otro espacio y otro tiempo.
Las composiciones seriadas de primeros planos de Marie-Loup escuhando un cuento o de Claude asomada al balcón son de una fuerza arrebatadora, posando y regalando glamour y frescura. Son muchos los ecos que encontramos en los intereses de Emanuel Souguez: los detalles de la ropa repetidos aquí y allá, los pies y las manos en diversas circunstancias, la puesta en escena, como Claude en el balcón al que hacíamos refarencia más arriba y Marie-Loup luego en una pose que emula la de su hermana.
El último retrato muestra a Marie-Loup dormida sobre un almohadón de pluma, una imagen que nos invita al sueño, y no precisamente para seguir dormidos.
Antonio Ansón
Comisario

 

 

 

 

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