"Llegué a Rusia en 1998, con veinte años. Después de vivir y trabajar allí durante cinco años, tuve un problema burocrático y fui deportado. Al no poder trabajar en territorio ruso, pasé gran parte de los cinco años siguientes viajando por la periferia del antiguo imperio soviético, explorando las complejas historias de enclaves semi – olvidados y de territorios indómitos. Lugares pintorescos y desconocidos, pero como me daría cuenta posteriormente, que constituyen una prueba palpable de que la desintegración de la Unión Soviética es aún proceso en curso. Durante décadas, éstas repúblicas periféricas se mantenían en órbita en torno a la fuerza ejercida por la capital del Imperio, Móscú. Pero todo ello se vino abajo abruptamente en 1991, con el colapso de la URSS. La propia Móscú estaba sumida en la confusión y poco pudo hacer para frenar la aparición de quince estados soberanos. Pero la transición a un nuevo orden no siempre resultó tranquila. En el Este de Europa, el Cáucaso, Asia Central y Siberia oriental, encontré comunidades aisladas que luchaban por redefinirse y, en el proceso, se planteaban lo que representa una reivindicación legítima de independencia o autonomía. ¿Cómo se adaptaba la gente, cuando se ven forzados a rehacer su propia identidad en términos históricos, religiosos o ideológicos? Jonas Bendiksen, de Sattelites, Nueva York, 2006. |
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