Nada más consustancial a una isla que un puerto. La confluencia entre la tierra y el agua como un abrigado refugio en la costa donde recibir el trasiego de mercancías y pasajeros. Defendido de los vientos y dispuesto para la seguridad de las naves y las operaciones de tráfico y armamento. Un paisaje asimilado a lo largo de la historia como un conteneror de imaginarios (…) Solapados en la actualidad por la compentencia del transporte aéreo, los puertos siguen siendo lugares para el desplazamiento y tejen entre ellos una de tantas redes de comunicación. Su localización determinada constituye un "lugar" simbólico y material que incide en otros lugares de los que forma parte, y que a su vez genera actividades, movimientos, desplazamientos, flujos de materia y energía, y relaciones entre los que están vinculados a ese espacio y esas actividades (…).
Es en ese lugar donde Luis del Pino destapa su juego. Las cargas y contenedores se convierten como señaló en su momento Tahiche Díaz, en generadores de paisaje. Y son estos contenedores coloristas los que permiten integrar las redes de transporte debido a la versatilidad, lo que evita las rupturas de carga en las terminales portuarias, acelerando así los movimientos de mercancías e integrando procesos productivos fragmentados en el espacio. Estos módulos ingenuamente brillantes son containers de deseo, mercancías, capitales, formas de gestión y organización, ideas, formas culturales y hábitos en continuo desplazamiento en este extraño escenario que es el puerto como espacio de circulación, comunicación y consumo. Estos artefactos modifican el paisaje constantemente en su movimiento conformando efímeras construcciones y dislocaciones espaciales, repetitivas, continuas y monótonas, como una metáfora de los cambios en los tradicionales usos portuarios por usos lúdicos (…)
En ese escenario improbable se despliegan también simulacros de grúas como dispositivos para una operación logística eficiente y coordinada de trasnporte, transbordo y almacenaje. Edificaciones constructivistas que no remiten a una aspiración utópica y romántica sino a esa eficiencia en el tratamiento de flujos. Monumentos a la fugacidad a la aceleración del tiempo, que es una de las medidas de la capacidad de integración regional y global que tiene el puerto (…) Y Luis del Pino recopila estas imágenes y formas desde la precariedad de la pintura y la escultura con los materiales que las constituyen: bastidores, maderas, acrílicos de colores brillantes… y prolongando de manera natural su iconografía pictórica en objetos y elementos tridimensionales. Y elabora una suerte de repertorio y recorrido alrededor de estas imágenes en constante cambio y repetición. Imágenes de sí mismas en un constante flujo migratorio, como las personas y mercancías. El resultado es como un juego de construcción infantil, tacos de madera de colores dispuestos para edificar una inestable construcción, siempre cambiante, siempre fugaz (…)
Al final estas formas pseudo-minimalistas junto con otras formas de raigambre constructiva terminan conformando ese paisaje transitorio, lacónico y perecedero, que es el territorio incierto donde se mueven estas piezas. Un paisaje conocido por repetido, que demuestra la presencia en el sitio, imágenes que pueden consumirse donde quiera o llevarse encima. Un juego nada inocente con juguetes de colores.

Constructivismo portuario. Ángel Padrón  

 

 

 

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