Pensar la propia muerte conlleva una extrema dificultad, ya que la muerte propia está todavía por morir, por lo que sólo se puede conjugar el infinitivo “morir” en tiempo futuro. Para ello es necesario un desdoblamiento que posibilite la distancia imprescindible para asumir este encargo como ejerccio de ficción. Esta ficcionalización del acontecimiento Morir es opuesta a la treta de Rembrandt, dado que en el caso del pintor la muerte es fingida en pro de una suplantación que solapa el descanso eterno y las refriegas de la vida. En el caso que nos ocupa, la pirueta que asiste a la ficción de la muerte propia es precisamente la que nos permite ajustar nuestras cuentas ahora , hacernos cargo a través de las formas verbales del pasado – presente – futuro para ejercitar la conciencia de un yo contigente. Óscar Hernández. |
|